«Nací y moriré siendo boxeador»
Resalta la labor social de su escuela y trabaja para limpiar la imagen del pugilismo
Siete títulos mundiales y tres europeos en pesos superwélter y medianos sitúan a Francisco Javier Castillejo Rodríguez (Parla, Madrid, 1968) como el boxeador español con mejor palmarés de la historia. El Lince de Parla peleó por última vez en abril del 2009, pero no colgó los guantes. Como entrenador, se asocia cada vez con más frecuencia con los referentes actuales del pugilismo gallego, Manolo y Chano Planas.
-Usted que ha vivido el deporte de élite, con todas sus contraindicaciones, ¿por qué al colgar los guantes continúa en el boxeo?
-Yo nací y moriré siendo boxeador. Lo soy de verdad. Amo el boxeo, porque me lo dio todo. Es una manera de devolverle lo que me ha dado. Y porque lucho para quitarle al boxeo la mala imagen que tiene. Ya que yo, boxeando y con todos los títulos que tengo y metiendo muchas veces 15.000 personas en la Cubierta de Leganés con mucha gente poderosa entre el público, parece que no he podido conseguirlo, pues a ver si desde la labor de educación del deporte puedo.
-Vaya una contradicción. La mala imagen y los que se arriman para salir en la foto.
-La gente habla y habla. Pero como decía un compañero que tuve, hablar es gratis. Se habla sin respecto y sin conocimiento.
-¿Cómo convence a un niño para que practique boxeo?
-No tengo que hacerlo. No es necesario. Tengo una escuela de boxeo, con niños y niñas. También tengo adultos. Doy clases de boxeo como deporte amateur, pero también como competición de élite. La labor social del boxeo es grande, aunque muchos lo desconocen. La mayoría de los que viene a mi escuela, de la edad que sea, viene a practicar el deporte. Es antiestrés. Les gusta y les llena. Vienen muchos niños con problemas de toda índole, como de coordinación psicomotriz, o hiperactividad. Las madres me los traen y los niños están encantados. Sus reflejos mejoran, y su integración en el grupo.
-Dejó de pelear hace dos años. ¿No le dan ganas de volver?
-Mi corazón me dice que suba al ring, pero la cabeza dice que ya basta, que para qué. Lo he conseguido todo. Hay que ser inteligente para saber irse. Es muy duro. Y la gente es muy mala. Solo te recuerdan el último combate, no toda tu trayectoria. Y dicen, «¿para qué sube Castillejo, si va contra un chaval de veinte años y pierde? Es que ya está viejo, está muerto, hecho polvo». Así que como no tengo que demostrar nada, me retiré como los toreros.
-¿Qué fue lo más bonito que le han dicho por la calle?
-La gente me mostró su cariño, su admiración, su respeto. Pero lo más bonito es ?¡Campeón!?.
-Claro que, para eso hay que ser campeón, es decir, ganar.
-Pero hay muchas maneras de ser campeón. En mi escuela no tengo aún campeones del mundo en el ring, pero tengo campeones del mundo en la vida. Gente que lo ha pasado muy mal y que lo han superado gracias al deporte, al boxeo. Eso me llena a mí mucho más que sacar un campeón mundial de boxeo compitiendo.
-Usted peleó contra los mejores.
-Contra muchos grandes. Es la historia de cada uno. Estoy orgulloso de lo que hice, no lo tuve fácil. Me han puesto muchas pruebas. Estuve muy arriba y muy abajo. Soy luchador. Pero el boxeo me dio mucho más que eso. Mira si amo al boxeo que gracias a él, conocí a mi mujer. Entrené cinco años con Poli Díaz en El Espinar (Segovia) y ella es de ahí. [Suena en su teléfono el Gonna fly now de Bill Conti, banda sonora de la película Rocky].
-¿Hay demasiada gente alrededor de los boxeadores?
-Lo mejor del boxeo son los boxeadores, con todo su sacrificio. Y su nobleza. Después de subir al ring a darse golpes, suena la campana y se dan un abrazo. Eso, hay deportes en los que no pasa. También jugué al fútbol y con eso te digo todo. Ahora voy con mi niño a ver un partido y tengo que taparle los oídos. La gente, además de insultarse, se pega. Eso es violencia y no el boxeo. Se confunde violencia con dureza. El boxeo es duro, se respetan unas normas. Hay reglas. Duro es también levantarse por la mañana a poner ladrillos.
-¿Sufrió a los aprovechados?
-La gente es muy mala. Hay que ser listo, ver las cosas, aunque a veces uno no las ve, no es tan fácil. Tengo una barrera ahí, que no se ve, pero se nota. Alguno pensará que soy un borde. Porque no dejo entrar tan fácilmente a mi corazón por si me dan un palo.
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